martes, 22 de abril de 2014

La historia de Lidia





Generalmente acostumbro a contar historias sobre los demás, pero hoy me ha tocado hacerlo sobre mí misma. Aquí va un breve resumen sobre quién se esconde tras estas líneas.

Mi nombre es Lidia Fernández Walter y soy profesora de español en Interlingua, además de la persona que creó y escribe este blog desde hace unas semanas. Nací en Asturias, una pequeña Comunidad Autónoma del norte de España donde se dice que un tal Don Pelayo, guerrero bravo como ninguno, derrotó a los musulmanes tirando piedras desde lo alto de las montañas allá por el año 722. Ahí comenzó la Reconquista de lo que hoy llamamos España y los lugareños solemos decirlo con orgullo, se nos presente (o no) la ocasión para contarlo.

Crecí entre libros y siempre fui muy aficionada a contar historias, por eso a los 20 años decidí estudiar Ciencias de la Información en la Universidad Pontificia de Salamanca. Después de licenciarme trabajé en diversos medios de comunicación donde descubrí, con gran pesar, que si aquello era el periodismo yo ya no quería ser periodista: lo interesante no interesaba y la libertad de expresión ,muchas veces, brillaba por su ausencia.

Inmersa en ese vacío que envuelve a los seres humanos cuando descubrimos que ya no tenemos claro nuestro futuro, decidí  escapar, tomarme un tiempo y hacer algo que siempre había tenido en mi mente: viajar a Estados Unidos a conocer a una parte de la familia que la Guerra Civil había separado. Mi abuela era un niña cuando su hermano, luchando en el bando republicano, logró escapar de los nacionales escondiéndose en un barco de la Brigada Internacional que iba rumbo a New York. Mi tío abuelo era muy joven cuando pisó tierra americana, y  desde entonces nunca más regresó a España: el miedo a la represalia, incluso tras la muerte del dictador, le separaron de su familia para siempre.

Gracias a las tecnologías me puse en contacto con uno de sus hijos y le escribí un email contándole mi propósito; quería indagar sobre mis raíces, conocer aquella tierra desconocida con la que tenía más cosas en común de lo que imaginaba. Esto fue lo que me hizo venir a Arizona, pero lo que me obligo a quedarme, ironías de la vida, fue el amor.

Conocí a Chris al más puro estilo de película americana: en un supermercado. Me escuchó hablar español y se me acercó muy orgulloso para decirme que él había estudiado castellano en Argentina. Después de una animada conversación me invitó a salir y fui incapaz de negarme; el acento argentino en la boca de un americano me parece de lo más cómico y encantador. Al cabo de unos meses me volví a España pero la historia de amor tuvo un final feliz. Tras algunas idas y venidas cruzando el charco como quien cruza la avenida, sonaron campanas de boda y brindamos por un amor eterno; he de decir que hubo más de lo segundo que de lo primero, aunque me considero una romántica empedernida soy más de descorchar botellas que de tradiciones. 

Descubrí Interlingua por casualidad, como creo que se encuentran las mejores cosas en la vida, y Yolima, además de enseñarme su método, me hizo sentir como en mi propia casa. La educación siempre me ha interesado (y preocupado), aun me acuerdo de un par de profesores cuyas enseñanzas me marcaron para siempre; del resto no recuerdo ni los nombres y mucho menos lo que aprendí, si es que fue algo. Supongo que la curiosidad y los libros se ocuparon de ello.

Aquí descubrí que me encanta enseñar pero que lo que verdaderamente me apasiona es el español. Me resulta fascinante la herencia de nuestro vocabulario, la historia que hay detrás de cada palabra, la riqueza del lenguaje y lo bello que es cuando te pones a observarlo de cerca. Una vez un hombre extranjero me dijo en un tren a Madrid que tenía mucha suerte por poder leer a Márquez en su idioma. Y tenía toda la razón aquel hombre.

Tengo bastantes objetivos en mi mente, como contagiar el entusiasmo por aprender, que los estudiantes deseen durante toda la semana que por fin llegue la clase de español o que encuentren el lado interesante de aprender el lenguaje y la cultura. Todo en la vida cambia, empezando por uno mismo, cuando se es capaz de mirar desde diferentes perspectivas. Si algún día soñé con contar historias, ahora quiero enseñar a que otros lo hagan. Porque solo las palabras, bien dichas, tienen el poder para cambiar el mundo.

Nos vemos en la escuela!


por Lidia Fernández Walter

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