martes, 29 de abril de 2014

La historia de Magaly




“Soy Magaly, soy venezolana y soy profesora” se presenta Magaly, tal y como lo hacen los estudiantes de Interlingua el primer día de clase. Con esas tres frases cortas que dicen tanto y tan poco al mismo tiempo, pero que invitan a fantasear sobre la vida del que las pronuncia. Magaly llegó a Phoenix hace ya casi 17 años, en el mismo tiempo en el que nacía la escuela. Sus caminos se cruzaron y debió de ser un flechazo porque desde entonces Interlingua y Magaly no se han separado. 

Decidió venirse a Phoenix por sus hijos, pero desde la distancia sigue y observa cada movimiento de su Venezuela querida, ese  país que la vio nacer y crecer y que tan maravilloso era 15 años atrás, cuando podía uno pasearse  por sus calles con total libertad. “Eso es lo que más echo de menos” me dice “pasear por las calles tranquilamente”. Un deseo tan poco ostentoso y que sin embargo es prácticamente imposible hoy en día.
Comenzamos a hablar sobre su país y sobre los cambios que están ocurriendo en los últimos tiempos.“Y la educación allí era buenísima, y gratis” me dice rememorando sus tiempos de estudiante. Magaly es buena conversadora, está bien informada y tiene el don de la naturalidad. Con algo de nostalgia me cuenta como era su vida allá, me habla sobre su casa materna, sus hermanas y sobre alguna de las costumbres venezolanas que aun sigue conservando  como la de comer hallaca en Navidad o las arepas ; Magaly es muy cercana y te trata con confianza, como casi todos los venezolanos que he conocido en mi vida.

Su madre y su tía eran maestras y ella, desde pequeña, ya ayudaba a su madre a corregir exámenes para la escuela y la sustituía cuando le hacía falta; lleva la docencia en los genes.“Yo no soy docente de profesión sino de sentimiento. Aunque estudié Administración de empresas, empecé a dar clases de Formación Profesional en el ámbito de la contabilidad, y ahí entonces me di cuenta de que necesitaba formarme más y estudié una Maestría en Educación Superior. Cuando me vine a Phoenix comencé a dar clase en Interlingua, que se acababa de abrir y esto me permitió seguir trabajando como lo hacía en mi país: no tenía que adaptarme a la cultura americana, eran los estudiantes los que se adaptaban a mí. Podía ser yo misma, dando clase como si estuviera en Venezuela, pero estando aquí al lado de mis hijos" me explica.

Interlingua es más que un trabajo o que una escuela para Magaly, le ha aportado cosas intangibles que muchos llevan buscando toda una vida sin encontrarlas; compañerismo, amistad, tranquilidad, el poder ser una misma en su trabajo. “Interlingua me aportó muchas cosas entre ellas el amor a mi lengua y una amiga, bueno, muchas amigas pero especialmente Yolima”

“Además en Interlingua aprendí una nueva forma de enseñar y esto hizo que me enamorara de la lengua, me entró la curiosidad por leer cosas sobre los orígenes del español y sobre la historia. Aunque cuando llegué había muchas palabras que no entendía porque el español de México es un poco diferente del español de Venezuela” me explica, y esto nos lleva a conversar sobre los cambios que se han producido en las normas del lenguaje, como la supresión de algunas tildes. "Ahora ya se aceptan palabras “spanglish” que antes no estaban reconocidas” añade. Le pregunto qué piensa al respecto, si no le parece esto una amenaza a la lengua. “El lenguaje está cambiando continuamente porque está vivo, crece y evoluciona y algunas palabras en ese proceso, mueren. Estoy a favor de esto siempre y cuando el lenguaje no pierda la armonía de la musicalidad. Recuerdo que una vez le pregunté a una alumna japonesa que por qué estudiaba español y me dijo que porque le encantaba como sonaba, que era como una canción. Y ahí fue cuando me di yo cuenta de que el español es musical” explica Magaly.

“Lo que más me agrada es ver como algunos estudiantes entran por esa puerta sin saber decir una palabra y como al cabo del tiempo son capaces de comunicar pensamientos. Mis alumnos también me han enseñado que la pasión muchas veces vence a la inteligencia; he visto como alumnos a los que les cuesta aprender el lenguaje han conseguido hablar, gracias a su esfuerzo , mucho más rápidamente que otros  alumnos que son muy inteligentes pero no tienen pasión ni ganas. También me ha dado una visión diferente del "gringo" a la que yo traía de Venezuela; estos chicos son  muy sensibles, con ganas de aprender y muy abiertos de mente. Otra de las cosas que me gustan de Interlingua es que  aquí convive gente de todo tipo de ideologías o religiones y conectan con el profesor de una manera u otra; yo que soy muy católica a veces conecto de forma espiritual con alumnos que son de otras religiones y eso es muy importante y satisfactorio para la clase”

Magaly no tiene muchos planes en mente para el futuro; quizá un viaje a Italia o a Grecia. Lo que de verdad  le gustaría es que las cosas mejorasen en Venezuela  para poder pasar mas tiempo con su familia, para pasear por las calles como lo hacía antes. “Porque aunque sería un proceso lento, no es imposible, la situación puede mejorar” me explica. Le pregunto si volvería para quedarse, pero Magaly no cree que esto vaya a suceder, sobre todo porque ahora tiene un nuevo amor que le trae loca y que me confiesa justo al final de nuestra entrevista: su nietecita.

por Lidia Fernández Walter

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