“Soy Magaly, soy venezolana y soy profesora” se presenta Magaly, tal y como lo hacen los estudiantes de Interlingua el primer día de clase. Con esas tres frases cortas que dicen tanto y tan poco al mismo tiempo, pero que invitan a fantasear sobre la vida del que las pronuncia. Magaly llegó a Phoenix hace ya casi 17 años, en el mismo tiempo en el que nacía la escuela. Sus caminos se cruzaron y debió de ser un flechazo porque desde entonces Interlingua y Magaly no se han separado.
Decidió venirse a Phoenix por sus hijos, pero desde la
distancia sigue y observa cada movimiento de su Venezuela querida, ese país que la vio nacer y crecer y que tan
maravilloso era 15 años atrás, cuando podía uno pasearse por sus calles con total libertad. “Eso es lo
que más echo de menos” me dice “pasear por las calles tranquilamente”. Un deseo tan poco ostentoso y que sin embargo es prácticamente imposible hoy en día.
Comenzamos a hablar sobre su país y sobre los
cambios que están ocurriendo en los últimos tiempos.“Y la educación allí era buenísima,
y gratis” me dice rememorando sus tiempos de estudiante. Magaly es buena conversadora, está bien informada y tiene el don de la
naturalidad. Con algo de nostalgia me cuenta como era su vida allá, me habla sobre su casa materna, sus hermanas y sobre alguna de las costumbres venezolanas que aun sigue conservando como la de comer hallaca en Navidad o las arepas ; Magaly es muy cercana y te trata con confianza, como
casi todos los venezolanos que he conocido en mi vida.
Su madre y su tía eran maestras y ella, desde pequeña, ya ayudaba a su madre a corregir exámenes para la
escuela y la sustituía cuando le hacía falta; lleva la docencia en los genes.“Yo no soy docente de profesión
sino de sentimiento. Aunque estudié Administración de empresas, empecé a dar
clases de Formación Profesional en el ámbito de la contabilidad, y ahí entonces
me di cuenta de que necesitaba formarme más y estudié una Maestría en Educación Superior. Cuando me vine a Phoenix comencé a dar clase en Interlingua, que se
acababa de abrir y esto me permitió seguir trabajando como lo hacía en mi país:
no tenía que adaptarme a la cultura americana, eran los estudiantes los que se adaptaban a mí. Podía ser yo misma, dando clase
como si estuviera en Venezuela, pero estando aquí al lado de mis hijos" me explica.
Interlingua es más que un trabajo o que una escuela
para Magaly, le ha aportado cosas intangibles que muchos llevan buscando toda una
vida sin encontrarlas; compañerismo, amistad, tranquilidad, el poder ser una
misma en su trabajo. “Interlingua me aportó muchas cosas entre ellas el
amor a mi lengua y una amiga, bueno, muchas amigas pero especialmente Yolima”
“Además en Interlingua aprendí una nueva
forma de enseñar y esto hizo que me enamorara de la lengua, me entró la curiosidad
por leer cosas sobre los orígenes del español y sobre la historia. Aunque cuando llegué había muchas palabras que
no entendía porque el español de México es un poco diferente del español de Venezuela” me explica, y esto nos lleva a conversar sobre los cambios que se han producido en las normas del lenguaje, como la supresión de algunas tildes. "Ahora ya se aceptan palabras
“spanglish” que antes no estaban reconocidas” añade. Le pregunto qué piensa al respecto, si no le parece esto una amenaza a la lengua. “El lenguaje está cambiando
continuamente porque está vivo, crece y evoluciona y algunas palabras en ese proceso,
mueren. Estoy a favor de esto siempre y cuando el lenguaje no pierda la armonía
de la musicalidad. Recuerdo que una vez le pregunté a una alumna japonesa que
por qué estudiaba español y me dijo que porque le encantaba como sonaba, que era como una canción. Y ahí fue cuando me di yo cuenta de que el español es musical” explica Magaly.
“Lo que más me agrada es ver como algunos
estudiantes entran por esa puerta sin saber decir una palabra y como al cabo
del tiempo son capaces de comunicar pensamientos. Mis alumnos también me han
enseñado que la pasión muchas veces vence a la
inteligencia; he visto como alumnos a los que les cuesta aprender el lenguaje han conseguido hablar, gracias a su esfuerzo , mucho más rápidamente que otros alumnos que son muy inteligentes pero no tienen pasión ni ganas. También me ha dado una visión diferente del "gringo" a la que yo traía de Venezuela; estos chicos son muy sensibles, con
ganas de aprender y muy abiertos de mente. Otra de las cosas que me gustan de
Interlingua es que aquí convive gente de
todo tipo de ideologías o religiones y conectan con el profesor de una manera u
otra; yo que soy muy católica a veces conecto de forma espiritual con alumnos
que son de otras religiones y eso es muy importante y satisfactorio para la clase”
por Lidia Fernández Walter
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